Está el Cristo de la Vega
la cruz en tierra posada,
los pies alzados del suelo
poco menos de una vara;
hacia la severa imagen
un notario se adelanta,
de modo que con el rostro
al pecho santo llegaba.
A un lado tiene a Martínez;
al otro lado, a Inés de Vargas;
detrás el gobernador
con sus jueces y sus guardias.
Después de leer dos veces
la acusación entablada
el notario a Jesucristo
así demandó en voz alta:
-Jesús, hijo de María,
ante nos esta mañana
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Asida a un brazo desnudo
una mano atarazada
vino a posar en los autos
la seca y endida palma,
y allá en los aires "¡Sí, juro!"
clamó una voz más que humana.
Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa
Los labios tenía abiertos
y una mano desclavada
Me lo han contado mis abuelos. Me han dicho que, como he vivido en Toledo, me iban a contar este romance que, obviamente, sucede en la ciudad.
17.5.11
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario